Tras la publicación por parte de la Comisión Europea de su “estudio adicional” sobre el Reglamento SUR, el sector vitivinícola europeo expresa en un comunicado su profunda preocupación sobre el futuro del sector.
EFOW (European Federation of Origin Wines), manifiesta que los viticultores europeos comparten el objetivo general de la Comisión Europea (CE) de reducir el uso de los productos fitosanitarios más peligrosos. Durante muchos años, han estado trabajando para lograr este objetivo a través de la innovación y la evolución de sus prácticas para preservar la calidad de sus vinos mientras abordan los desafíos de la sostenibilidad, que se basan en tres pilares interdependientes: económico, ambiental y social.
La Unión Europea es el principal productor de vino del mundo, representando el 45% de la superficie vitivinícola mundial. Este sector de alto valor añadido contribuye significativamente a la vitalidad de muchas regiones europeas donde la actividad económica sería prácticamente inexistente sin el viñedo. Como sector agroalimentario líder en términos de exportaciones, también desempeña un papel positivo en la balanza comercial de la UE.
La viticultura europea es única, caracterizada por sus denominaciones de origen protegidas e indicaciones geográficas, que configuran territorios y paisajes y no pueden ser deslocalizados. Numerosos viñedos se benefician de medidas de protección a nivel local, regional, nacional y, a veces, incluso internacional, a través de la UNESCO. Los viñedos ofrecen diversos paisajes y ecosistemas que albergan una amplia gama de especies vivas. Estos potenciales de biodiversidad deben continuar siendo preservados.
Los productores están totalmente comprometidos con la transición ecológica, como demuestra el uso cada vez mayor de certificaciones ambientales, la ecologización de los viñedos, la introducción de disposiciones agroambientales en pliegos de condiciones o planes sectoriales, la investigación de variedades resistentes y el desarrollo de zonas vitícolas ecológicas.
Sin embargo, esta trayectoria hacia una mayor sostenibilidad solo puede fortalecerse si los objetivos fijados son alcanzables. Para lograr esto, las alternativas efectivas a los productos fitofármacos son esenciales para apoyar a la vid en una transición sostenible que considere la viabilidad de la planta y el tiempo requerido para la investigación. A pesar de décadas de investigación y experimentación, todavía no existen soluciones efectivas para las enfermedades criptogámicas como el mildiu y el oídio. La vid no tiene resistencia natural a estas enfermedades y, en años de alta presión, el 100% de la uva se puede perder en pocos días sin el uso de insumos. Si bien está en marcha la experimentación de variedades resistentes que cumplan con los estándares de calidad y respeten las propiedades organolépticas de los vinos, este es un proceso a largo plazo, ya que lleva tiempo adaptar y validar estos enfoques, que son el resultado de largos procesos de investigación.
Además, se debe mantener la competitividad de los viticultores, y en particular de las PYME, para apoyarlos en sus esfuerzos de sostenibilidad. Este equilibrio podría verse comprometido debido a las caídas de producción esperadas en un período corto y sin una solución técnica alternativa.
En este contexto, la propuesta legislativa de la Comisión Europea es poco realista para la viticultura, a menos que cuestione el futuro de este sector en la UE. Sin embargo, esta parece ser la elección que la Comisión Europea quiere hacer sin reservas.
Los resultados destacados por el estudio adicional de la CE sobre el impacto de los productos fitosanitarios son profundamente preocupantes. Las proyecciones muestran caídas de producción estimadas de -28% para uvas en Francia, -20% en Italia y -18% en España. Estas alarmantes cifras no tienen en cuenta el impacto de las amenazas climáticas (granizo, heladas, sequías, etc.), que regularmente repercuten en la producción vitivinícola europea.
En el análisis adicional publicado el 5 de julio, la Comisión Europea explica que esto no supone un problema mayor, argumentando que la uva, y por tanto el vino, no es un cultivo imprescindible para la seguridad alimentaria europea. Sin embargo, es crucial medir la vital contribución económica y social de la viticultura en muchas regiones de la UE, así como el patrimonio cultural que representan la vid y el vino para los Estados miembros productores. Sin viñedos, muchas regiones europeas se verían privadas de creación de riqueza, empleo y turismo, y como consecuencia, el desarrollo rural y el desarrollo de estos territorios se verían significativamente afectados.
El enfoque resultante de las conclusiones del análisis de la Comisión es preocupante para el futuro del sector y sugiere una falta total de consideración por lo que representa la viticultura europea. El diálogo con las partes interesadas relevantes debe ser una prioridad para apoyar la transición.
El sector vitivinícola europeo aspira a ser un actor de la transición ecológica, que debe hacerse de forma sostenible, sin sacrificar el futuro de este sector y de las regiones vitivinícolas europeas, en beneficio de competidores de terceros países que no se adhieren a las mismas normas sanitarias. Por lo tanto, es crucial que los tomadores de decisiones europeos desarrollen un plan de acción realista que tenga en cuenta el tiempo necesario para encontrar e implementar soluciones alternativas efectivas al uso de productos fitosanitarios