Llegan las apps de distribución de vino en un cambio de modelo imparable. Álvaro Giménez, 38 años, y 11 socios más; entre los que se encuentra Andrés Martínez Zurita, o empresas como Remírez de Ganuza, ponen en marcha un Delivery de vino (Vinow) con una primera inversión de 350.000 euros, obtenidos de un family office y socios individuales.
Sus expectativas de facturación en 4 años son llegar a los 22 millones de euros y obtener un ebitda de 10 millones, lo que con los tiempos que corren resulta ligeramente optimista.
Ocho personas full time, entre ellas tres en marketing y una en compras, prometen vender vino al consumidor final un máximo de 18 botellas en 20 ciudades y con entregas en 20 minutos. Las islas quedan para una segunda ronda, que pondrán en marcha después del verano.
Una aplicación con Catálogo de 250 referencias de vino español (según Álvaro, más que el Corte Ingles) con precios que van desde los 5 a los 100 euros.
Cuentan con 28 almacenes repartidos por España y se definen como el futuro de la distribución al consumidor final, con una plataforma de control total de la venta. No compran el vino, las bodegas se lo dejan en depósito y, una vez que lo han vendido al precio recomendado por la bodega, les descuentan un porcentaje de entre el 20% y el 80%, dependiendo de la referencia.
Álvaro es un joven que asegura haber mamado el vino: viene de una consultora especializada en exportación de vino y desprende optimismo y actividad por todos los poros. Su opinión de la distribución actual es que es un modelo obsoleto, lento y las bodegas ya no confían en el. “Es que el modelo tiene que cambiar” nos dice. Según Giménez, no hay grandes grupos de distribución nacional, solo pequeños distribuidores locales con modelos que ya no sirven. Cree que el consumo en bebedores de 40 años ha descendido por falta de oferta variada.
Solo el 2% de las bodegas vende en supermercados —unas 100 bodegas de las casi 5.000 que hay en España—, la distribución de provincias es imprescindible para la hostelería, donde ellos no van a entrar, y luego los ecommerce, a los que no ve futuro mientras entreguen en tres días. Su opinión es que, en el mundo actual el consumo por impulso prima, lo que nos lleva directamente al Delivery instantáneo. Afirma que el 50% de su flujo de caja se invertirá en marketing, redes sociales y todo tipo de publicidad, lo que para el sector del vino es inverosímil.
Su asociación con un distribuidor de última milla les garantiza sus prometidos 20 minutos en las entregas.
Álvaro pertenece a esa generación que llega pisando fuerte, con ganas de arrasar y convencido de que llegara lejos. No sabemos si conseguirá romper moldes en un sector tremendamente conservador y profundamente resistente al cambio, pero de veras se lo deseamos. Si no lo consigue, otros llegarán que irán demostrando a los dinosaurios que así no podemos seguir. Mientras, organizaciones como la Interprofesional o los consejos reguladores siguen mirando al cielo a ver si, además de las ansiadas lluvias, les cae la inspiración del cielo. Inversiones inadecuadas en canales que ya no funcionan; y el consumo descendiendo en las franjas de público que nos garantizarían la supervivencia del mercado nacional. Así somos.