La vendimia en la D.O.León comenzó el 30 de agosto y finalizó el 17 de octubre. La variedad Prieto Picudo lidera la producción con 2.326.607 kilos que en su mayor parte se destinarán a la elaboración de rosados, si bien la uva presenta este año unas especiales aptitudes para los tintos de larga crianza.
Desciende la cosecha de la variedad autóctona blanca Albarín, que se reduce a 347.451 kilos en las 75 hectáreas de plantación, mientras se recupera la Verdejo, que incrementa su entrada en bodega a casi 225.000.
La Denominación de Origen León concluyó una larga y accidentada vendimia de 2023, condicionada por las continuas interrupciones causadas por las lluvias, con la recogida de poco más de tres millones de kilos de uva (exactamente 3.017.904 frente a los 3.072.498 de 2022). La extrema sequía marcó gran parte del ciclo vegetativo, con un otoño y un invierno secos y casi sin lluvias hasta finales de mayo. A las precipitaciones insuficientes de esos días, menos de veinte litros por metro cuadrado, siguió otro largo periodo de casi noventa días de altas temperaturas y persistente sequía que llevó a la planta a una situación extrema de estrés hídrico. La recogida de la uva se desarrolló desde el primer día de vendimia con lluvias intermitentes que, si bien en un principio posibilitaron la hidratación de la cepa y el engorde de una uva inicialmente abundante, pero de pequeño tamaño, a la larga se convirtieron en un problema no sólo de carácter operativo, sino también en una amenaza por la posibilidad de que apareciese botrytis, especialmente en las zonas más bajas, que finalmente no se concretó.
Esas adversas circunstancias supusieron que la vendimia más temprana que se recuerda –realmente comenzó el 30 de agosto, aunque las primeras entradas de uva en bodega se registraron el 1 de septiembre– se prolongase hasta el 17 de octubre, concluyendo una semana más tarde que el año anterior. Y además alteraron las previsiones iniciales de cosecha, que apuntaban a unos 3,5 millones de kilos, corregidas posteriormente a cifras similares a las de 2022 a la vista de que el calor que precedió a la recogida de los racimos provocó cierta pasificación no dañina de la uva en algunas zonas y las lluvias tardías dificultaron la maduración y no lograron incrementar el peso del racimo en otras, en un comportamiento también irregular que incluso hizo temer que en el norte del ámbito del territorio productivo no se alcanzase el grado alcohólico deseado, lo que finalmente tampoco ocurrió.
La merma del 1,8% de la producción respecto a la vendimia de 2022 rompe ligeramente la tendencia al alza de la anterior, tras las caídas que la precedieron por los efectos negativos causados por la crisis sanitaria y las dificultades para recuperar mercado en un escenario económico que a día de hoy, aunque las circunstancias y las causas sean otras, todavía es adverso para el consumo en general y para el vino en particular. En ese contexto y con la variedad reina Prieto Picudo acaparando con 2.326.007 kilos (2.372.390 en 2022) el 77,09% del volumen de uva procesado, frente a los 31.783 de Mencía (1,06%, 24.433 en 2022), la otra principal para la elaboración de rosados y tintos, y los 81.238 de la complementaria Tempranillo (2,69%, 92.302), la contrariedad viene dada por la caída del Albarín, con 347.451 kilos (11,5% del total) frente a los 437.077 de la cosecha anterior, que con casi noventa mil kilos más había supuesto el récord de producción de esa uva blanca. Aumenta, en cambio, la Verdejo en algo más de 90.000 kilos (7,45%, 224.945 frente a 134.744 de 2022) y cae a la mitad la Godello (0,85%, 5.880 sobre los 11.550 kilos de la cosecha anterior), ambas también principales. Y entre las tintas vuelven a quedar sin registros la Garnacha, autorizada, y la Negro Saurí que, recuperada y también incluida ya como principal en el recién modificado pliego de condiciones, podría entrar en producción a partir de la próxima vendimia al cumplirse tres años desde su plantación.
El análisis cualitativo de la añada 2023 destaca sobre todo la excelente calidad de la uva y su perfecto estado sanitario, pese a las lluvias que interrumpieron reiteradamente la recogida, manteniendo una buena relación pulpa-piel, con una madurez adecuada pese a esos contratiempos y con muy buenos parámetros generales. Los técnicos y enólogos de las bodegas destacan de nuevo las excelentes aptitudes para la elaboración de vinos con las dos viníferas principales, Albarín y Prieto Picudo, que como monovarietales constituyen la gran apuesta de los operadores. Los blancos serán de alta expresión aromática, frutales y frescos en boca por las características de las variedades, especialmente en el caso de los albarines, rotundamente varietales, muy equilibrados y con excelentes aptitudes incluso para elaboraciones complejas. La Prieto Picudo, esencialmente destinada a la elaboración de rosados (suponen casi el 70% de la producción total), será de una gran pureza varietal en las distintas elaboraciones, extraordinariamente fragantes y también con muy buenos equilibrios entre alcohol, en esta ocasión más contenido, y la acidez característica que siempre le aporta frescura. Los enólogos deberán resolver el reto de aprovechar las excepcionales condiciones de la fruta para elaborar unos tintos que, con magníficas aptitudes también para la crianza, incluso larga y en buenas barricas, probablemente recordarán a los magníficos de 2018. Serán, en ese caso, vinos muy raciales que mostrarán toda la fuerza y rusticidad de la Prieto Picudo, pero con la agradable finura, sedosidad y elegancia que, con sabiduría y audacia, deberán ser muy bien trabajadas a partir de ahora en las bodegas