El día 1 de julio El Corte Inglés ha cerrado la compra de la cadena de supermercados Sánchez Romero, dedicada a consumo de nivel alto y con presencia solo en la Comunidad de Madrid. Fiel a su tradicional opacidad informativa, El Corte Inglés no da ninguna cifra ni información sobre la operación, salvo que esta se ha realizado y que Enric Ezquerra, el actual gestor de Sánchez Romero, seguirá vinculado a le empresa.
Ahora bien, sí se aporta información de la empresa comprada: 419 empleados; en 2020 cifra de negocios de 61 millones de euros –con crecimiento del 50%–; un ebitda de 6,2 millones; 10 supermercados en Madrid, totalizando 9.000 metros cuadrados y una plataforma de distribución de 4.000 en Alcalá de Henares. En 2019 la firma perdió 400.000 euros, pero la expectativa al cierre de 2020 era de beneficio neto.
Sánchez Romero está en proceso de expansión y tiene previsto abrir supermercados en el norte y sur de España este año. Además, en 2020 su venta online representó el 2,75% del total y en 2021 piensa atender con ella todo el país.
Con las cifras y condiciones de la operación ocultas poco se puede decir de ella en si misma, aunque algún medio afirma que se realizó por aproximadamente 30 millones de euros. Pero hay dos hechos evidentes: en primer lugar, que, en general, el retailing ha sido poco afectado por la pandemia y tiene buenas perspectivas; en segundo lugar, que Sánchez Romero era un competidor directo del Corte Inglés en alimentación de alto nivel; y en tercer lugar que alimentación es una de las escasas áreas de negocio importantes en que últimamente le va claramente bien al Corte Inglés. Así, la venta de alimentación creció un 2% pese a la pandemia, alcanzando 2.957 millones de euros, y fue el área que más ingresos generó en 2020.
Ahora bien, al Corte Inglés no le salieron bien las cosas en 2020, sus ingresos bajaron un 31%, hasta cerca de 10.500 millones, y registró casi tres millones de pérdida (un resultado neto negativo de 2.945 millones de euros). La pérdida neta sin provisiones fue de 445 millones de euros, pero se eleva a los 2.945 debido a unas provisiones del orden de 2.500 millones de euros. Pese a ello, el ebitda fue positivo (141,73 millones), aunque inferior en un 88% al del ejercicio anterior. Es el primer resultado negativo de toda la historia de El Corte Inglés.
Resumiendo: al margen de la enorme diferencia de volumen y capacidad, la compradora tiene bastante peor resultado que la comprada. Hay que decir que –al margen de la pandemia– El Corte Inglés ha tenido una evolución tormentosa en los últimos años: problemas y pugnas importantes en la dirección y propiedad de una empresa de carácter familiar pese a su tamaño; gradual pérdida de su tradición autárquica, con cesión de áreas de negocio, por ejemplo en crédito; cierre de centros en localidades menores; el expediente de regulación temporal de Empleo (ERTE) por causa de fuerza mayor (la pandemia) para 25.900 empleados realizado en 2020 no significa demasiado por la excepcional situación, pero no puede decirse lo mismo del expediente de regulación de empleo (ERE) de 2021 con 3.292 despidos…
Vicisitudes diversas dentro de una empresa con un modelo de negocio principal –el de los grandes almacenes convencionales– en el cual ha sido admirado a escala mundial por su éxito, pero que ya es crepuscular y del cual probablemente sea casi el último gran exponente del mundo.
En 1955 Charlie Wilson, presidente de la entonces poderosísima, emblemática y floreciente General Motors (GM), se dio el lujo de decir “lo que es bueno para General Motors es bueno para Estados Unidos”. Por supuesto era una exageración, pero sustentada en realidades económicas, sociales y de imagen en aquel momento. Hoy General Motors, declarada en quiebra en 2009 y que pasó a llamarse Motors Liquidation Company para su liquidación, resurge después una importante inyección de dinero público, nuevos accionistas y grandes transformaciones, pero ya nadie se atrevería afirmar que lo que es bueno para GM lo es para EEUU.
Aunque nadie ha llegado a decir que lo que es bueno para El Corte Inglés es bueno para España, su enorme carácter emblemático es indudable y su peso en cuanto a imagen de las empresas españolas, social y de empleo son bastante superiores a su también notable peso económico (es octava en facturación y segunda en numero de empleados). ¿Correrá este buque insignia empresarial español una suerte parecida, o incluso peor, a la del estadounidense?, es imposible saberlo y ojalá no ocurra, pero indicios en ese sentido hay.